Protejamos a los portadores
Estuve leyendo las declaraciones que emitió la
investigadora musical Sarah Plovnick en una conferencia que pronunció en
el Centro Cultural BanReservas, hace unos dos meses, de que los ritmos
como “los congos, la sarandunga y la salve, corren el peligro de ser
culturalmente ignorados, por la discriminación social a que se ven
sometidos sus intérpretes”.
La musicóloga Plovnick tiene toda la razón, pero para que no exista discriminación ¿los portadores tienen que exponerse a lo que quieran sus “maniyers”?
La riqueza del folklore o la cultura tradicional es que sus hacedores
o los que practican la cultura no están esperando reconocimiento de los
empresarios disqueros ni de los oportunistas que lo que hacen es
beneficiarse de ellos. Las actividades que realizan son porque forman
parte de sus costumbres y tradiciones y no les importa que los tomen en
cuenta. A quienes les importa lo que ellos hacen para fines de
investigación es a los que desde afuera analizan el hecho folklórico.
Esos ritmos carecen de reconocimiento social como sucedió con la bachata, con el merengue en sus inicios, y con el son, que fue asimilado por la clase social media alta y alta, después que se le dio cabida en los hoteles del paÃs. Pero ojo, la salve, los congos y la sarandunga son rituales y todo es un proceso que debe ser analizado, ya que existen los grupos de proyección, esos que deben llevar al escenario el hecho folklórico lo más auténtico posible.
A los grupos originales hay que
protegerlos, orientarlos para poner en valor sus tradiciones, pero no
sacarlos de su entorno para beneficio de los magnates del negocio del
disco. ¿En qué se benefician, en un viaje ida y vuelta a Europa, con
hotel y comida? No creo justo que se utilicen esos grupos originarios
para que las empresas disqueras se empoderen de dichos patrimonios sin
tener un aval de instituciones que los protejan como debe ser.
Considero que antes de hacer fusión con jazz debe hacerse con nuestra música primero, como lo hizo Kinito Méndez, pero más que nada conocer la esencia de cada ritmo, a nivel individual, para fusionar con los nuestros y luego con los ritmos foráneos, si se quiere. A propósito, ¿en qué se benefició o se ha beneficiado el grupo de salve de Eneroliza Núñez con las grabaciones que ha realizado?
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Xiomarita Pérez
Folcloreando
Publicada en el ListÃn Diario el 20-07-2016
La musicóloga Plovnick tiene toda la razón, pero para que no exista discriminación ¿los portadores tienen que exponerse a lo que quieran sus “maniyers”?
Músicos de congos, Villa Mella |
Esos ritmos carecen de reconocimiento social como sucedió con la bachata, con el merengue en sus inicios, y con el son, que fue asimilado por la clase social media alta y alta, después que se le dio cabida en los hoteles del paÃs. Pero ojo, la salve, los congos y la sarandunga son rituales y todo es un proceso que debe ser analizado, ya que existen los grupos de proyección, esos que deben llevar al escenario el hecho folklórico lo más auténtico posible.
Músicos de la sarandunga, Banà |
Considero que antes de hacer fusión con jazz debe hacerse con nuestra música primero, como lo hizo Kinito Méndez, pero más que nada conocer la esencia de cada ritmo, a nivel individual, para fusionar con los nuestros y luego con los ritmos foráneos, si se quiere. A propósito, ¿en qué se benefició o se ha beneficiado el grupo de salve de Eneroliza Núñez con las grabaciones que ha realizado?
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Xiomarita Pérez
Folcloreando
Publicada en el ListÃn Diario el 20-07-2016
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