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Soy crítica y exigente


Por eso trato de no brindarme en asistir a actividades, porque después, a la corta o a la larga, “me lo sacan en cara” y resulta que cuando me invitan es porque haré un trabajo, no por mi linda cara. 
Una vez un grupo folklórico me invitó a un viaje a Estados Unidos cubriéndome el pasaje aéreo y la estadía, por supuesto, “maña fuera” y le expresé que podía ir a cubrir la actividad, por tres días y me expresó que era por un mes. Me reí por dentro, pensando que tenía que estar loco, porque comida y cama tengo en mi casa. Soy “de la vieja guardia”, esa que no necesita que le estén haciendo elogios para hacer un trabajo, porque si ese trabajo vale la pena, no importan los elogios, lo hago con gusto, ya que una de las características de mis trabajos es que los hago como aportes a la sociedad, y que se sepa nunca he recibido regalos ni me interesan los mismos, porque los hago con tanta pasión que un regalo, unas “gracias”, un arreglo de orquídeas no los compensan. 
Y, que se sepa, que un regalo que me hagan y yo acepte no vale el trabajo que les haga. Así me he manejado y espero no quedarme mal, ya que he tenido muchas tentaciones, he pasado muchas vicisitudes y no es verdad que a estas alturas haga lo contrario. 
¡Soy espontánea! Me gustan los trabajos diferentes, donde haya criticidad, pero de la buena. En los premios Casandra, trabajando en la Revista Bemoles, mientras muchos periodistas entrevistaban a los ganadores yo lo hacía con los perdedores, que son los que van a desahogarse no se sabe cómo. Los ganadores siempre se van a sentir excelentemente bien por haber sido seleccionados y premiados. 
No soporto las presiones que me quieran imponer las instituciones o empresas en cuanto a mi forma de trabajar, las preguntas que tenga que hacer en una Rueda de Prensa, no lo permito, exijo respeto. La camaradería es una cosa y el respeto a mi trabajo es otra. En los ’80 y ’90, cuando cubría de lleno turismo, no me “pelaba” por ir y si me asignaban la cobertura solo asistía si era con mis hijas, porque los fines de semana se los dedicaba a ellas o que enviaran a otra persona.
Muchas ocasiones que quería ir a un hotel, entonces pagaba el fin de semana y así me sentía libre, porque cuando un centro hotelero brinda un fin de semana es para que se le dé cobertura. En principio aceptaba la distinción de obsequiarme un fin de semana, hasta que un día la tapa de un aire acondicionado le cayó a una de mis hijas en la cabeza, la suerte que no pesaba y tuve que quedarme callada. No escribí ni bien ni mal ¡Ya no me pasa! 
Siempre oriento a los que van creciendo en esta carrera que realicen un trabajo con altura, que sepan que hacer un reportaje, una crónica o un artículo es plasmarle vivencias, sentimientos y que lo que sale de ahí no tiene precio. 
¡También sucede con los artistas! No me imagino “josiarle” a un artista o productor de un espectáculo una boleta, en la que yo realizaré un trabajo periodístico. Solo ocrurrió una vez. Con esto quiero expresarle que si mañana viene Marc Anthony y no tengo con qué pagar la entrada, pues lo escucharé en mi casa, colocando Youtube o mi disco duro. 
Otro asunto es que me encanta hacerles trabajos a las diferentes manifestaciones folklóricas que se realizan en el país o a los portadores tradicionales. Estos portadores necesitan ayuda y la mejor ayuda que podemos hacer es comprarle sus artesanías, sus comidas y sus instrumentos musicales, que ellos elaboran con tanto entusiasmo y fervor. Muchos se aprovechan y aceptan esos regalos. 
Debemos empoderar a esos hacedores para que conozcan, preserven y valoren lo que hacen, que no se dejen utilizar. Los verbos utilizar, usar y manipular forman parte de mi idiolecto, los he  incluido en mis escritos que he publicado en estos treinta años de carrera periodística. 
Nunca me he considerado marioneta o robots, o mejor dicho, mi trabajo se respeta porque al hacerlo de corazón, sin herir sentimientos ni extorsionar tiene mucho más valor y debemos cosechar para lograr esos frutos que se recogen en base a sacrificios. 
Es preferible hacer críticas constructivas, no ser complaciente, para que mejoren las cosas. De la única forma que crecemos es cuando reconocemos las fallas, que muchas veces no las vemos, por desconocimiento, por comodidad o por complacencia. ¡Amén!


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