El carnaval cimarrón tiene su espacio
Este reportaje de mi autoría se publicó en el Listín Diario en 1998. Aunque lo reproduzco en esta fecha con el mismo título, es mi deber informarles que en la actualidad no estoy de acuerdo con el nombre que le puse en ese momento a esta expresión cultural. Prefiero llamarle manifestación cultural, tradiciones en Semana Santa o expresiónes folklóricas de la Semana Mayor.
Mientras esto ocurre, comunidades rurales del país
celebran en esta época el Carnaval Cimarrón coincidiendo con la llegada de la
primavera. No es el carnaval europeo de carnestolendas, que se celebra antes
del Miércoles de Ceniza, es el carnaval marginado, donde sus protagonistas
toman elementos de desechos para confeccionar sus caretas y trajes y no les
importa ni esperan que la gente vaya a esa actividad.
Es una tradición de ellos, es un espacio donde la
capacidad creadora juega un papel muy importante.
Gagá
En nuestro país existen varias expresiones diferentes de este
complejo mágico religioso: uno lo encontramos donde existen o existieron
plantaciones cañeras y por lo tanto hay pequeñas comunidades donde residen
personas que laboran en las áreas azucareras, otra en Elías Piña, donde no hay
bateyes ni explotación agrícola. Ambas prácticas son formas de expresión
agraria, en donde lo que se trata simbólicamente, mediante la danza y práctica
religiosa, es preñar la tierra para que dé mejores frutos y en Polo, Barahona, en honor a Dambalah.
El Jueves Santo a las 12:00 de la noche comienza la
ceremonia de estas manifestaciones. En el gagá de los bateyes ya bendecidos
los trajes, elaborado el "vevé", que es la representación simbólica
de las deidades, realizan el último levantamiento de la silla, se inicia la
música y los grupos recorrerán los caminos polvorientos visitando los bateyes
aledaños para regresar el domingo de resurrección al lugar de inicio para darle
fin a esta ceremonia.
Mientras que en el gagá de Elías Piña el desarrollo es
completamente distinto ya que se desarrolla en base a personajes, que ellos
llaman juegos, los cuales son dramatizados simbolizando la primavera, la
fecundación y la transformación de la naturaleza. En esta ceremonia está la
"Violación a Teresita", que encierra la fertilización de la tierra
agreste, espinosa, por la llegada de la primavera, "La Hachita", que
encierra el temor de que la llegada de las lluvias dañe los frutos. También
están entre los juegos los palitos, los zancos, el muerto, tatúm y el chulí.
Ocasionalmente, en este gagá aparece el personaje "la
máscara del diablo", elaborada con materiales de desechos: caja de cartón,
plumas de aves y otros elementos. El sábado Santo queman las máscaras y las
cenizas son esparcidas en los campos como ritual a la fertilidad.
Las Cachúas
El doctor Temítocles Féliz Suárez tiene 35 años
disfrazándose de cachúas. La tradición ha venido de familia en familia, su
abuelo Reginaldo Suárez fue uno de los primeros en Cabral en elaborar caretas
de carnaval, junto a su madre.
Después de las 12:00 de la noche del Sábado Santo las
cachúas salen al pueblo, teniendo una característica única en el mundo, y es
que quienes dan apertura al carnaval son los niños de cinco, seis años y diez
años de edad. "ellos son los primeros que están en el pueblo esperando las
doce de la noche para salir con sus foetes y caretas disfrazado", señala
el doctor Féliz.
Este carnaval termina el lunes siguiente al Domingo de
Resurrección a las seis de la tarde, con una ceremonia que se realiza en el
cementerio y que consiste en repicar con sus foetes encima de las tumbas de las
cachúas fallecidas. Además queman un Judas, un muñeco personificado, en
represalia a lo que le hizo Judas a Jesús "y ese es el castigo que merece
Judas en ese momento, lo amarran, queman y lo llevan por todo el camposanto
arrastrándolo y dándole fuete hasta deshacerlo", agrega.
Estas máscaras, contrario a la mayoría de las caretas del
país, no se pintan. Están elaboradas con papel vejiga de diferentes colores,
son forradas de este papel dándole un toque peculiar y luego son embarnizadas
para que adquieran una película protectora. Los trajes también están hechos de
telas sencillas en algodón o en seda, con la característica que cuando el
cachúa abren sus alas simula un murciélago en son de vuelo, además de llevar
una cruz en la espalda "para repeler el diablo que anda suelto".Las cachúas aguantan golpes porque es su tradición. Como es médico, el doctor Féliz tiene anestésico para los latigazos. Sus tres hijos también se disfrazan y participan en el carnaval.
Máscara Cocorícamo y Tifuá
En San Juan de la Maguana existen dos expresiones del carnaval
Cimarrón: La máscara Cocorícamo que llegan a la provincia desde las montañas,
de las lomas del Rosario y comunidades aledañas. Están elaboradas de crin de
caballo, dientes de burro, de vaca y son utilizadas para meterles miedo a los
niños por su mal comportamiento. Muchas veces utilizan el esqueleto de un
animal para su creatividad.
Los Tifuá son máscaras elaboradas con tela que rellenan
con brea de asfalto y son adornadas con los mismos elementos que las de
Cocorícamo.
Los Negros
Los negros
utilizan pocos recursos para participar en una actividad de varias comunidades,
como La Joya, La joyita, El Peje, El Cachón, La Baría, Tierra Blanca y Copal, próximas
a Guerra. El Sábado Santo y el Domingo de Resurrección salen estos personajes,
los cuales visitan días antes las casas del pueblo preguntando sobre el
comportamiento de los niños con el objetivo de atemorizarlos.
Sus máscaras son
confeccionadas con higüeros, con cartón o con botellas de plásticos y son
adornadas con algodón, cadillos y otros elementos de desechos. En sus manos
llevan una vara para darles una "pela" a los niños y el foete para
intimidarlos.
Las Marimantas
Las marimantas de Yerbabuena, Hato Mayor, llevan una máscara de cuero de vaca, cubierta con un caparazón de comején. También es una expresión de Semana santa.
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Las marimantas de Yerbabuena, Hato Mayor, llevan una máscara de cuero de vaca, cubierta con un caparazón de comején. También es una expresión de Semana santa.
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Xiomarita Pérez
Publicado en Listín Diario, el 15 de febrero de 1998
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