Los choferes de asustaban y aceleraban
“…..hasta el Cementerio”
En los ’80,
cuando trabajaba en El Nuevo Diario como cronista social mientras asistía a
una de las actividades nocturnas, en el hotel Lina, salgo a la calle a tomar un carro público para regresar a mi casa a eso de las 10:30 de la noche. Yo vivía en
la calle Arturo Logroño del ensanche La
Fe, la calle de la Refinería de Sal, que es perpendicular a la Máximo Gómez, la cual
sale al Cementerio.
Duré unos 40
minutos diciéndole a todos los carros públicos que pasaban: “derecho…. hasta el
Cementerio”; “derecho……..hasta el Cementerio”; “derecho…….hasta el Cementerio”;
“derecho…..hasta el Cementerio. No tuve suerte!!!. Uno de los colegas que
estuvo en la actividad, al verme solita, tan tarde en la noche, me llevó a mi
casa.
Al día
siguiente, recordando mi vestimenta que consistía en un bello vestido negro
largo en algodón, con una hebilla plateada en el bajo vientre y la espalda semi
descubierta fue que cai en cuenta el porqué cada vez que le decía a los choferes: “derecho…..” ellos se
paraban, pero cuando terminaba la oración: “…..hasta el Cementerio”, aceleraban, comprendí que ellos creían que yo
era una muerta. Y en realidad yo les decía “hasta el Cementerio” para que no
pensaran que llegaría hasta la
Nicolás de Ovando conmigo, sin yo saber que con esta frase
los ahuyentaba. Mientras viví en esa calle, ¡cero vestidos negros! en horas de
la noche.
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Xiomarita Perez
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