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Jamás me puse cascabeles

En el período 1969-70 hice el primero de bachillerato en Puerto Plata, por razones de enfermedad de mi padre. Vivía donde mi hermano Guillermo, por el Mercado Nuevo y siempre iba a visitar a mi otro hermano Luis Pérez en la calle Sánchez, cerca del Malecón.
Siempre me han gustado los sonajeros, cascabeles, cencerros, el trinar de las aves, en fin, todo lo que suene que no sea estridente, que no afecte el sentido auditivo y me dé  paz, y una de esas tardes me coloco en mis humildes tenis blancos de la marca Paseo sendos cascabeles amarrados a los cordones y me dirijo a donde Luis. 
Al regreso tomo la calle Villanueva, antes de cruzar la Antera Mota, y oigo unos perros ladrando en los patios y detrás de mi cuchumil gatos maullando y otros canes ladrando fuera de su hogar. 
Ustedes no se imaginan el susto que pasé sin saber el porqué. Me paralicé y fui subiendo la cuesta solitaria lentamente, no hubo un humano que me protegiera. Me “engranojé” de tal forma que me iba a dar “un yeyo”, pero inmediatamente pensé que cuando hay miedo emanamos una sustancia que pone peor a estos animales y pueden irnos encima y creo que funcionó porque hubo un silencio sepulcral, le demostré a ellos no tenía miedo, jum! que no había motivo para que me ladraran, eso sí, siempre despacio, “matando hormigas”. 
Cuando llego a mi destino hago la historia y me cuentan el motivo de los ladridos, de esos ¡jau, jau! y de los ¡miau, miau! Resulta que todas las tardes un señor recorría las calles de la ciudad, vendiendo piltrafas, luego de salir del matadero. 
Mientras caminaba el señor hacía sonar una campanita, para que los dueños de estos animales le compraran. Esos felinos y canes creían que yo llevaba piltrafas, y pueden jurarlo que desde ese día nunca jamás he pensado en colocarme cascabeles en mis zapatos. 
Estos animales no grabaron en su memoria que el hombre había fallecido. Solo queda el recuerdo, al igual que a muchos compueblanos de ese tilín tilín de la campanita que me hizo subir la loma a paso de tortuga. 
Todos los pueblos tienen historias que contar, entre personajes pintorescos y costumbres que pertenecen a la tradición oral. 

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Xiomarita Pérez
Columna Folcloreando
Publicada en Listín Diario el 21-05-2014

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